José Llanos Arias
El pronóstico del tiempo, cada vez con mayor frecuencia, es parte de las primeras notas en los medios de comunicación masiva debido a que la población demanda mayor información sobre: las lluvias atípicas, inundaciones, heladas, nevadas y sequías; sin embargo, es importante saber que por el momento la ciencia del pronóstico del tiempo aún tiene ciertas limitaciones.
Desde la época antigua en muchos aspectos, la humanidad ha deseado saber qué le depara el futuro y para tal caso, siempre está en busca de procesos y herramientas que de alguna forma le permitan predecir su futuro. Y por supuesto, en ese sentido, el anhelo es predecir de una manera mejor y más precisa las condiciones meteorológicas.
Dice Jon Erickson en su libro “Las Tormentas”, que los cambios de estación forzaron a los primeros hombres a convertirse en nómadas, ya que si las lluvias no se hacían presentes, seguramente habría poca comida, porque las plantas morirían o no llegarían a madurar y, por consiguiente, los animales emigrarían en busca de alimento. Esta situación, comenta Erickson, llevó a la humanidad a desarrollar gradualmente un -casi instintivo- sentido para pronosticar las condiciones atmosféricas o “sentido del tiempo”.
Debido a que la meteorología es una ciencia observacional y aprovechando que el tiempo se registra en ciclos o períodos, los primeros pronosticadores se apoyaron en este hecho para hacer sus primeras previsiones. Probablemente determinadas circunstancias como las fases de la luna, las posiciones de los planetas y estrellas, así como apariciones de constelaciones pudieron haber sido determinantes para las condiciones atmosféricas.
Posteriormente, descubrieron que las condiciones meteorológicas solían ir aparejadas de ciertos tipos particulares de fenómenos atmosféricos, tales como halos solares o lunares, arcoíris, coloración del sol, aspectos del cielo y las nubes.
Quizás ya con un poco de mayor conocimiento observaron que las condiciones meteorológicas futuras también podrían asociarse con el comportamiento de los animales, así como con nuestros propios malestares físicos como dolores de cabeza, huesos y callos. Efectivamente, los animales y nuestro cuerpo pueden reaccionar ante cambios en la presión atmosférica, humedad y temperatura.
Baste recordar que las golondrinas y los murciélagos vuelan bajo cuando la presión atmosférica tiende a disminuir, efecto que es indicativo de que “mal tiempo” estaría por presentarse. Las ranas son también sensibles a la presión y humedad y ante valores bajos de presión o valores altos de humedad, permanecen fuera del agua emitiendo su característico sonido vocal. El comportamiento de las hormigas, también es otro indicativo de que el tiempo está por cambiar.
Todas estas experiencias de pronosticar el tiempo fueron recabadas y transmitidas primeramente de manera verbal y posteriormente de manera escrita, mediante los refranes que como sabemos, en muchos casos encierran una gran sabiduría. Por ejemplo los siguientes: "luna con halo, pronto lloverá”. Los halos ocurren como consecuencia de la refracción de la luz en los cristales de hielo de las nubes de tipo cirrostratos que cubren el sol o la luna. Las nubes cirrostratos son con frecuencia la primera señal de que se aproxima un frente. "Cielo raso, seguro aguacerazo", se exclama en el verano, en zonas montañosas cuando se tienen días totalmente despejados y calurosos, como un preludio de chubascos vespertinos, debido al calentamiento diurno, la entrada de humedad y a la orografía del lugar.
Sin embargo, un pronóstico realizado de esta forma tiene mucha incertidumbre y por supuesto no cuantifica los efectos de los fenómenos meteorológicos.
La aparición de los instrumentos y la toma de datos meteorológicos tales como la presión atmosférica, la temperatura, la humedad y la dirección, así como velocidad del viento, permitió ir construyendo lo que llegaría a ser una técnica científica para la realización del pronóstico del tiempo. Esta técnica inició en 1852 cuando la sociedad meteorológica de Francia emitió su anuario sobre las observaciones y estadísticas correspondientes a diferentes puntos de ése país, ésto permitió que a finales de 1854 el astrónomo francés Urbain Le Verrier presentara su análisis sobre la forma de pronosticar las tormentas que azotaban la zona, circunstancia que diez años más tarde hizo posible la emisión de los primeros boletines del tiempo fundamentados en mapas meteorológicos y un reporte de la previsión del tiempo.
De acuerdo con el avance en las herramientas de la ciencia del pronóstico meteorológico, se ha descubierto que para poder pronosticar el tiempo del día siguiente en un sitio dado, es necesario contar con mediciones veraces del día anterior que incluyan diferentes alturas de las variables: presión, viento, temperatura, humedad, entre otros parámetros meteorológicos; pero no sólo del lugar que nos interesa pronosticar, sino de todo nuestro planeta, tarea que estimado lector resulta compleja.
Es por ello que a mediados del siglo XIX, se solicito a los países que aportarán sus mediciones, conformándose así los Servicios Meteorológicos Nacionales; sin embargo, la tarea no ha logrado concretarse, basta con observar que las tres quintas partes del planeta están cubiertas por los océanos, sobre los que no se pueden instalar muchas estaciones y por otra parte, algunos países que carecen de recursos y de apoyo no han logrado consolidar sus redes de medición. A pesar de las insuficiencias anteriores en la década de los años sesenta entraron en funcionamiento los satélites; sin embargo éstos proporcionan mediciones indirectas.
Pero si lo expuesto, en el párrafo precedente fuera subsanado, se debe reconocer que no es suficiente poseer observaciones de calidad, sino que también es necesario disponer de modelos de pronóstico numérico o modelos de pronóstico meteorológico y potentes computadoras que puedan simular el comportamiento futuro de la atmósfera, así como con personal experimentando en las interpretaciones de tal comportamiento.
Debido a lo anterior, amable lector de los boletines meteorológicos es necesario tener presente que estos boletines, tienen asociado un margen error y que éste se ve incrementado conforme el plazo se hace mayor. Tal como lo expuso el meteorólogo Edward Lorenz, con su concepto de “efecto mariposa” quien determinó que pequeñas diferencias en los datos de entrada en los modelos pueden llevar a grandes diferencias en las predicciones del mismo.
Sin embargo, a pesar de estos márgenes que suponen límites para la exactitud del pronóstico del tiempo, es importante decir que en este preciso instante hay investigadores de los principales centros meteorológicos mundiales que trabajan arduamente para brindarnos cada vez un pronóstico más certero que nos permita hacer más eficientes todas las actividades de la vida diaria.