Los
ecosistemas más jóvenes son los más sensibles al cambio climático,
según un estudio internacional dirigido por Josep Peñuelas,
profesor de investigación del CSIC en el Centro de Investigación
Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) de la Universidad
Autónoma de Barcelona (UAB). La investigación, que publica hoy la
revista 'Nature Communications' pone de relieve que para conocer el
impacto real del cambio climático no es suficiente con estudiar
espacios naturales protegidos, que son maduros y soportan bien los
cambios, sino que hay que centrarse en estudiar los que han sido
alterados y aún se están recuperando. Según Peñuelas, los
ecosistemas que han sido alterados, sea por causas naturales o por la
actividad humana, se quedan con el terreno descubierto de vegetación
y para volver a recuperarla inician un proceso de regeneración que
puede durar años. "Durante las primeras fases, estos espacios
naturales son jóvenes o inmaduros, ya que su vegetación se está
desarrollando, y al ser poco estables son muy vulnerables a cambios o
actividades que suceden alrededor de su entorno, lo mismo que pasa
con las personas, que somos más vulnerables los primeros años de
nuestras vidas", ha puesto como ejemplo el investigador. El
estudio demuestra que el cambio climático puede modificar
negativamente este proceso de recuperación porque el aumento de
temperatura y la falta de agua favorece el crecimiento de especies
que no son propias de aquella región y las puede hacer más
abundantes que otras, con lo que el paisaje cambia radicalmente.
Según los investigadores, los ecosistemas maduros resisten mejor el
cambio climático porque su vegetación es más estable y resiliente
a los cambios del entorno. El estudio constata que la actividad
humana incrementa la frecuencia y la severidad de las perturbaciones
que desequilibran los ecosistemas y por lo tanto deduce que la
respuesta de los ecosistemas al cambio climático será cada vez más
rápida que las que se han observado hasta hoy en los ecosistemas más
maduros. Para hacer su estudio, los científicos han simulado durante
14 años los efectos del cambio climático en siete zonas de
matorrales distribuidas por toda Europa. En cada zona han seguido los
cambios que había en la vegetación, especialmente qué especies
dominaban y cómo cambiaba su abundancia. Cada zona de estudio estaba
dividida en tres partes, una con el efecto de la sequía, otra con
temperatura elevada y una tercera sin estas condiciones. Algunas
zonas de matorrales no habían sido perturbadas desde hace mucho
tiempo, en cambio otras habían sufrido plagas o incendios
recientes, como es el caso de la que se encuentra el Garraf
(Barcelona) arrasada por un incendio en 1994. "El trabajo
demuestra que necesitamos conocer la edad y la historia de los
ecosistemas para poder predecir con exactitud su respuesta ante el
cambio climático. En los próximos 20 o 30 años habrá que poner
especial atención en aquellos ecosistemas jóvenes", ha
remarcado Peñuelas. El estudio también "nos avisa de que no
conocemos la verdadera magnitud del cambio climático. Hasta ahora la
mayoría de estudios se llevaban a cabo en entornos naturales no
alterados y maduros, por lo que no estábamos viendo el efecto real
de este fenómeno global", ha concluido el investigador catalán.
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