El
cambio climático es hoy en día una realidad incontestable frente a
la que, por el momento, nos hemos tenido que conformar con los
resultados de cumbres internacionales dominadas por los hombres,
aunque cada vez hay más voces que empiezan a clamar por una mayor
presencia del género femenino en todos los niveles de la lucha
contra este fenómeno, que consideran que la visión femenina
enriquecería el debate. La revista Ambio ha dedicado este mes un
volumen especial a los vínculos entre cambio climático y mujeres.
La edición ha sido coordinada por el Centro de Investigación
Ecológica y Aplicaciones Forestales de la Universidad Autónoma de
Barcelona, la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Centro Vasco
para el Cambio Climático (BC3) y la Universidad Leuphana de
Lüneburg, en Alemania. “Ésta es la primera vez que una colección
de estudios aplica una aproximación feminista al estudio sobre el
cambio ambiental global”, afirma Federica Ravera, investigadora del
CREAF y del Instituto de Ciencias Agrarias y Ambientales
Mediterráneas (ICAAM) de Portugal, y coordinadora de los trabajos de
la revista, en el artículo de introducción. La revista presenta
nueve casos estudiados de todo el mundo, relativos a diferentes
ecosistemas, con el objetivo de enlazar vulnerabilidad, resiliencia,
género y adaptación al cambio climático, porque precisamente uno
de los ejes de estas investigaciones ha sido destacar la resiliencia
y no sólo la fragilidad de las mujeres. Es decir, qué pueden
aportar a la lucha contra el cambio climático y no sólo su eterno
rol de víctimas. La publicación defiende que es necesario que las
mujeres y otros colectivos desfavorecidos puedan tener las mismas
oportunidades y derechos que los hombres y puedan intervenir en los
procesos de toma de decisiones sobre soluciones para el cambio
climático, ya que estos grupos pueden ofrecer nuevas perspectivas.
Mujeres y hombres pueden ofrecer distintas soluciones al mismo
problema. “Para que las sociedades humanas sean capaces de
adaptarse mejor al cambio ambiental global será necesario eliminar
las diferencias y empoderar a las mujeres, y a otros colectivos
desfavorecidos, en sus comunidades”, señala Ravera. En los
artículos se destaca la bien conocida relación entre desigualdad y
cambio climático, y se subraya la importancia de considerar otros
tipos de discriminaciones en los estudios de género y cambio
climático, como la edad, posición social y económica, etnia,
educación, sexualidad o discapacidades. Estos grupos tienen su
propia experiencia con respecto a los cambios en el clima y el medio
ambiente, por lo cual reaccionan y se adaptan de formas diferentes,
que pueden enriquecer el debate general. “Así podremos detectar y
entender los casos de personas y comunidades más desfavorecidas y
transformar la visión que tenemos de ellas, de víctimas a agentes
de cambio. Además, considerando conjuntamente estos factores, se
podrán replantear las políticas actuales, normalmente muy generales
y simples, y desarrollar otras más eficaces e inclusivas para cada
realidad”, prosigue. Las nueve comunidades estudiadas fueron
evaluadas en relación con los riesgos ambientales, y la resistencia
o adaptación a estos, y están situadas en Estados Unidos, Benín,
Etiopía, México, Bolivia, Tanzania, Suecia, India y Papúa Nueva
Guinea. La conclusión es que las sociedades más igualitarias en
toma de decisiones, distribución del trabajo y relaciones de poder
en torno a los recursos naturales serán las que mejor se adaptarán
a los desafíos que les presentará el calentamiento del planeta. Por
ejemplo, en las sociedades del altiplano en Bolivia, cuando hay
sequía, los hombres, que como en todas partes dominan los procesos
de tomas de decisiones, prefieren vender el ganado que pastorean. Las
mujeres, en cambio, tienen una visión a largo plazo por lo que optan
por seguir alimentando a vacas y ovejas para disponer de comida para
los niños y las crías. Las mujeres de la tribu tsimane' de la
Amazonia conocen más plantas medicinales que los hombres, por lo
cual si unieran esfuerzos podrían trabajar mejor los desafíos
climáticos. En el caso de Estados Unidos y Suecia, tanto las mujeres
de los vaqueros como las sami tienen un papel fundamental: la
transmisión del conocimiento en el grupo y a la siguiente
generación, lo cual les ayuda a conservar no sólo su estilo de
vida, sino también una base de sabiduría heredada que puede ser
crucial en el futuro. Con el cambio climático convirtiéndose en una
realidad, es obvio que la humanidad va a necesitar trabajar en equipo
y escuchar todas las voces, colectivos y tendencias disponibles. Como
concluye Federica Ravera: “Históricamente, los efectos de los
cambios ambientales y las crisis ecológicas sobre bosques, cultivos
o pesquerías se han enfocado únicamente sobre alguna de sus
dimensiones. Ahora, para incrementar la capacidad de adaptación y
recuperación por parte de estos ecosistemas, necesitamos incluir las
dinámicas sociales acopladas a ellos”. http://www.ecoavant.com
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