martes, 23 de junio de 2015

El bautizo de los huracanes


Por José Llanos Arias

Algunos fenómenos meteorológicos –como los huracanes- llegan a impactar significativamente la vida cotidiana de la población cuando ocurren con extrema intensidad, incluso han marcado historias locales y regionales. Recordemos algunos nombres que de sólo oírlos nos refieren a verdaderos desastres como los recientes Katrina y Willma en el 2005, Adrew (1992), Mitch (1998) y Gilbert (1988).
Pero, ¿quién ha sido el responsable de que esos nombres hayan quedado satanizados en la memoria de nuestros recuerdos? ¿Quién los selecciona y cómo  lo hace?

Un poco de historia

Comencemos con un poco de historia: en la época de la llegada de los españoles en la zona del Caribe y en particular en Puerto Rico, los ciclones tropicales eran nombrados de acuerdo al santo del día en el que afectaban alguna localidad. Por ejemplo, el “huracán San Roque” que en 1508 devastó Puerto Rico, el "Huracán de Santa Ana" que azotó también a Puerto Rico el 26 de julio de 1825, y "San Felipe" que afecto en dos ocasiones a Puerto Rico: la primera, un 13 de septiembre de 1876 y la segunda, un mismo trece de septiembre pero de 1928.
En la literatura también se menciona que durante la II Guerra Mundial, los meteorólogos militares asignaban números y no nombres a las tormentas tropicales, tal como, “Huracán # 1”, “Huracán #2, etcétera. Durante un corto tiempo, el alfabeto fonético militar se usó para asignar nombres cortos como Alfa, Bravo, Charlie, etcétera, para facilitar la rapidez de las transmisiones
Ivan R. Tannehill en su libro “Huracanes” narra que la primera vez que se utilizó un nombre de mujer para referirse a un huracán fue a finales del siglo XIX, nominación que se le atribuye al meteorólogo australiano Clement Wragge.
En 1953, los meteorólogos estadounidenses adoptaron la costumbre de llamar a los ciclones con nombre de mujer y para ello utilizaban el nombre de sus novias y esposas, ya que afirmaban que los huracanes eran como las mujeres: volubles e impredecibles.  Sin embargo, al avanzar el movimiento feminista, la protesta no se hizo esperar y en 1978 dio inicio el proceso para agregar nombres masculinos alternados con los femeninos para denominar a los huracanes del Pacífico Norte. Al año siguiente, la práctica también fue acogida por los países de la cuenca del Atlántico y la lista se amplió para incluir nombres masculinos y femeninos.
Qué nombre le pondremos…

Hoy en día, los ciclones tropicales una vez que alcanzan la categoría de tormenta tropical (vientos máximos sostenidos iguales o mayores a 63 km/h) toman su nombre de una relación elaborada por el Comité de Huracanes de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) -dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)-  dentro del Plan Operativo de Huracanes de la Asociación Regional IV para América del Norte, Central y el Caribe (ARIV).

Listas de nombres que se reciclan cada seis años

Esta relación consiste en seis listas, una para cada año, donde se alternan 21 nombres propios de mujeres y hombres en español, inglés y francés, que son los idiomas que se hablan en los países que generalmente son afectados por estos sistemas y que, por cierto, no se traducen. Un año, la lista inicia con un nombre masculino y al siguiente, con uno femenino. La regla para su selección consiste en nombres cortos, distintivos y fáciles de aprender, de manera que los meteorólogos y comunicadores los usen con claridad en los  boletines informativos en todos los países de la región. Para ambos océanos las listas correspondientes al año 2013 se volverán a utilizar en 2019

Es de señalar que  cualquiera de los miembros del Comité de Huracanes de la OMM puede solicitar suprimir el nombre de huracanes que hayan ocasionado consecuencias, especialmente funestas para la población. Entonces se establece que estos nombres no podrán “ser usados por lo menos durante 10 años, lo anterior para facilitar las referencias históricas, acciones legales, actividades de reclamaciones de seguros, así como para evitar las confusiones del público con otra tormenta del mismo nombre”. Si el nombre es retirado, se selecciona otro del mismo género en inglés, español o francés.

En este sentido, algunos nombres que se han retirado son los siguientes: en el caso del Pacífico se retiró Ismael (1995); Pauline (1997), Kenna (2002), Alma (2008), Manuel (2013) y Odile (2014). En el Atlántico, Janet (1955), Inez (1966), Beulah (1967), Carmen (1974), Anita (1977), Allen (1980), Gilbert (1988), Diana (1990), Opal y Roxanne (1995), Mitch (1998), Keith (2000), Isidore (2002),  Stan y Wilma (2005) e Ingrid (2013).

Asimismo, en caso de que el número de tormentas supere a los nombres previstos, se usará el alfabeto griego (Alfa, Beta, Gamma,…) para denominarlos, tal como ocurrió en el año 2005 que se utilizó hasta la “zeta”.

Para conocer la “programación” nominal de los futuros eventos se incluyen las relaciones de los nombres correspondientes a ambos océanos. Es importante mencionar que las listas no constituye un pronóstico, únicamente corresponden a los nombres que se utilizarán en el año específico.

En la tabla correspondiente al Pacífico, se puede apreciar que los nombres, a partir de la letra X, se repiten en las listas de manera alternada, debido a la baja probabilidad que existe de que sean utilizadas las letras de la X a la Z.