miércoles, 23 de diciembre de 2015

Informe Climatológico miércoles, 23 de diciembre de 2015

NOTA INFORMATIVA SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO


Todo cambió el día que Sandy llegó a Nueva York. Ocurrió un lunes, 29 de octubre de 2012, a las ocho de la tarde. El huracán, uno de los más mortíferos de la historia del Atlántico Norte, nació cerca de Venezuela, creció golpeando Jamaica, arrasó Haití, atravesó Cuba de parte a parte y fue a morir en la costa este de Norteamérica, sobre el estado de Nueva Jersey. En su frenético recorrido acabó con la vida de más de 230 personas, medio centenar de ellas en la ciudad de Nueva York. Sandy destruyó miles de casas, inundó el sistema de metro de la ciudad, dejó sin electricidad a buena parte de Manhattan y forzó la evacuación de hospitales y colegios. El presidente Obama declaró el estado de emergencia y varias unidades del ejército tuvieron que intervenir para restablecer las comunicaciones y proteger las principales infraestucturas de la ciudad. Los preparativos que Nueva York pudo movilizar no fueron suficientes para evitar la catástrofe. Aquella jornada de octubre, el germen de una idea brotó en Miranda Massie, una abogada estadounidense especializada en derechos civiles y medioambiente: si las barreras físicas no podían competir contra los desastres climáticos en unas de las ciudades más poderosas del mundo, había que construir otro tipo de defensas. Para Massie, la indiferencia de la sociedad norteamericana resultaba tan peligrosa como la imprevisibilidad del clima, así que unos meses más tarde decidió abandonar su trabajo y dedicarse en exclusiva a construir una nueva barricada desde la que trabajar por la sensibilización de sus conciudadanos. En marzo de 2014 lanzó oficialmente la iniciativa para crear el primer Museo del Clima en Estados Unidos. De momento, sólo hay dos museos más del clima en el mundo: uno en Hong Kong, que sí trata de cambio climático, y otro en Alemania, que extrañamente no lo aborda. La iniciativa neoyorkina es única por su tamaño, su ambición y por el apoyo que está recibiendo desde el mundo académico. "El cambio climático es un problema crítico que afecta a todas las especies del planeta. Necesitamos un esfuerzo más amplio para concienciar a la gente y favorecer el debate,” apunta Massie. “Creemos que el clima debería ser un tema central en muchas conversaciones de las que ahora está ausente, como la sanidad, las desigualdades social, los mercados financieros... Sandy fue un punto de inflexión para Nueva York; ahora la ciudad está a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático. Nosotros vemos que hay una necesidad y una oportunidad para liderar esta este debate desde Estados Unidos". Desde un despacho en la Tercera Avenida de Manhattan, la abogada trabaja con el espíritu de una start-up para montar un gran museo en Nueva York orientado a buscar soluciones con las que prevenir y combatir futuros desastres. Junto a ella, a tiempo completo, están Charlie y Zina: él, un experto en organización y políticas climáticas; ella, una joven estudiante que se ha tomado una año sabático en la universidad para ayudarles a empujar el proyecto. Necesitan, grosso modo, 500 millones de dólares y un espacio en la ciudad de 10.000 metros cuadrados que sea fácilmente accesible y donde puedan levantar un edificio icónico. En 2020 quieren que esté funcionando con un millón de turistas al año. Y, por difícil que parezca, ya están recibiendo infinidad de apoyos."Estoy convencida de que vamos a levantar el capital necesario. La gente está respondiendo al proyecto con muchísimo entusiasmo. En nuestra junta de asesores contamos con científicos, profesores, expertos en clima, abogados...", explica Massie. Miranda, Charlie y Zina trabajan en la luminosa planta 21 de un espacio cedido por un prestigioso bufete de abogados. La contabilidad y los servicios jurídicos los provee pro bono otra firma neoyorkina. Constituido como organización sin ánimo de lucro, el Museo del Clima recibe por el momento donaciones privadas, pero su objetivo final es convencer al ayuntamiento de la ciudad de la viabilidad de su proyecto, atraer a grandes fundaciones y fomentar la colaboración con universidades, centros de investigación y otras instituciones similares. De momento, varias de las figuras de El Instituto de la Tierra, en la Universidad de Columbia, se han sumado a la iniciativa. El Instituto de la Tierra es la academia de investigación sobre el cambio climático más potente de Estados Unidos y, a través de sus actividades, genera unos ingresos de 130 millones de dólares al año. Con sede en el Upper West Side de Manhattan, junto al campus de Columbia, el centro reúne a la mayor plantilla de expertos en calentamiento global y cambio climático del mundo. Algunos de ellos no faltaron a la Cumbre del Clima de París para asesorar a varias de las delegaciones y trabajando en pos del acuerdo que finalmente se firmó. Steve Cohen, el director ejecutivo de la institución, se ha quedado en Nueva York, pero está al tanto de cómo avanza la cumbre. “La situación es muy seria y tenemos que hacer algo ya. Existe un mayor consenso en París para lograrlo. En parte, porque la gente es más consciente y comprende mejor el problema, pero también porque las expectativas de lo que se quiere lograr son más bajas que en las conferencias anteriores,” explica. http://elpais.com


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